Por supuesto, debo afirmar que suscribo todo lo que dice mi comentarista Pablo Mumary. Él tuvo coraje, el coraje de luchar por su ideal, y seguro que recogerá una gran cosecha. Pero no todos debemos marcharnos, otra lucha debe estar aquí, en nuestro país, para mejorar los estudios prehispanistas y denunciar siempre que se pueda las carencias y limitaciones de los planes, los cursos, los departamentos y los museos. Cuando yo empecé a trabajar en América, ni siquiera se sabía en las universidades españolas lo que era la antropología, mucho menos, desde luego, la mayística. Nunca se habían enviado al Nuevo Mundo expediciones arqueológicas desde los tiempos de Antonio del Río y Dupaix, en el XVIII y principios del XIX. Desde entonces hemos logrado muchas cosas, pero lo que queda por conseguir es todo un océano, así que, imitemos a Colón y lancémonos al agua, y, como dicen los mexicanos con los que trabaja ahora Pablo, no nos achicopalemos.
domingo, 25 de septiembre de 2011
sábado, 3 de septiembre de 2011
El nuevo curso
Septiembre ya, el verano, al final, no fue tan largo y ni siquiera tan cálido. Así que empieza un nuevo curso, y van para mí más de cuarenta, aunque he cambiado varias veces de asignaturas y de responsabilidades. Esta vez, el 2011-2012, tengo que hacer frente a algunas novedades. Por ejemplo, empiezo a dar un curso cuatrimestral en el máster de Historia y Antropología de América de la Facultad de Geografía e Historia, de la Universidad Complutense de Madrid, que lleva el solemne y ambicioso título de Arqueología de los estados antiguos de América. Asunto espinoso por amplio y complicado, que yo voy a tratar de enfocar de manera original y procurando no recargarlo excesivamente con datos y cifras. Siendo un máster, que yo imagino como algo semejante a un doctorado descafeinado, se supone que está dirigido a personas que desean especializarse con vistas quizás a una futura profesionalización. Por ello, tanto desde el punto de vista de los métodos, los contenidos, el aparato bibliográfico, etcétera, se debe elevar el nivel y buscar un poco de esa célebre excelencia de la que tanto se habla. ¿Estarán preparados los estudiantes para cierta exigencia? Muy pronto lo comprobaré, y ojalá que verdaderamente encuentre personas con ganas de trabajar, con ansia de conocimiento, y, sobre todo, con capacidad para pensar y construir juicios acertados y críticos en relación con lo que las excavaciones arqueológicas ponen al descubierto. Ah, muchas gracias a mi comentarista Diego Palmeira por sus amables palabras, y le animo a seguir con su afición por la vieja América, la de las culturas indígenas y las magníficas civilizaciones autóctonas.
viernes, 15 de julio de 2011
El largo y cálido verano
Siempre que llega el verano me hago multitud de propósitos. Supongo que le pasa a mucha gente, aprovecharé las vacaciones para esto y para lo otro, luego, como en un suspiro, llega septiembre y empezamos de nuevo la rutina de la Universidad. Tengo media docena de libros sobre la mesa esperando el momento adecuado para enfrascarme en su lectura y análisis, y también algunos compromisos para escribir artículos. Debería viajar a Guatemala para visitar el sitio de La Blanca, en el Petén, donde un equipo de las universidades de Valencia trabaja desde hace años, excavaciones de gran interés por la excelente arquitectura recuperada y por la gran cantidad de grafitos descubiertos, pero no creo que me sea posible. Además, quiero revisar multitud de películas que ahora, felizmente, poseo en casa en el formato DVD. En fin, no tengo tiempo para aburrirme, ni para el ocio entendido como dolce far niente, aunque añoro aquellos veranos en los que pasaba largas temporadas en América o viajando por el mundo. La edad impone ciertas calmas, ciertas pausas, ciertas lentitudes. Hace poco he sabido la terrible noticia de la muerte de Juan Antonio Valdés, un hombre joven e inteligente, que ha hecho grandes cosas en arqueología maya, amigo desde hace muchos años y compañero de viajes y experiencias en más de una ocasión, su muerte se une a la de Juan Pedro Laporte y a la de Lorenzo Ochoa, todos desaparecidos cuando todavía tenían tantas cosas que decir. Quiero imaginármelos en el más allá discutiendo de las consecuencias de la llegada de los teotihuacanos a Tikal, del lenguaje de los olmecas, de las fechas de Chilonché. Estoy seguro que ese Otro Mundo, al que van indudablemente las personas buenas y generosas, es como un largo y cálido verano, donde perezosamente, sin prisas, uno puede hablar, y reír, y leer, y amar, para siempre.
lunes, 6 de junio de 2011
VIEJOS AMIGOS
Estuve el otro día firmando en la Feria del Libro que se celebra cada año en el paseo de coches del parque del Retiro de Madrid. La caseta de Trotta, donde se exponían las tres obras que he publicado en esta prestigiosa editorial, se hallaba vecina a otra bastante animada. En un momento dado, un visitante interesado por mis libros me pidió ejemplares rubricados para otro autor que firmaba a su vez en esa caseta colindante. Cuál no sería mi sorpresa cuando regresó al instante con una novela cariñosamente dedicada, se trataba del III Premio de Novela Histórica CajaGranada, novela titulada Caminarás con el sol, cuyo autor es Alfonso Mateo-Sagasta. Corrí a expresarle mi agradecimiento y me encontré con que Alfonso Mateo-Sagasta era Alfonso, un muy viejo amigo al que había conocido cuando regentaba en Madrid la librería Tipo, especializada en arqueología y antropología. De aquella romántica empresa ha pasado a la gloria literaria, pues ya ha publicado otras cuatro novelas de las que tres han recibido sendos premios. Pero ésta, Caminarás con el sol trata nada menos que de Gonzalo Guerrero, el conquistador español que se pasó a los mayas y que murió defendiendo de sus compatriotas a la cultura que le había seducido y adoptado. Es una de las historias más interesantes de la epopeya que supuso la invasión de todo un continente por un puñado de hispanos, y siempre he dicho que se merece ser llevada al cine, pues reúne acción, exotismo, amor, generosidad, aventuras extraordinarias en un medio geográfico de una belleza sobrecogedora.
jueves, 19 de mayo de 2011
Más mujeres magníficas
Alguien que ha visto el blog me dice ¿cómo es posible que no hayas mencionado a...? De acuerdo, he aquí otra breve lista de mujeres arqueólogas de primera fila, activas o desaparecidas, sin las cuales no se podría entender bien la arqueología mesoamericana: desde luego, la muy brillante Linda Schele, cuya influencia tardará mucho en desaparecer, y Prudence Rice, que sabe tanto del Petén guatemalteco, Carolyn Tate, que excavó en Yaxchilán, Wendy Ashmore, experta en patrones de asentamiento, Laurette Séjourné, que mostró inéditos rostros de Teotihuacan, Carmen Cook, una pionera en tantos campos, Esther Pasztory, interesante historiadora del arte, y las francesas Marie Charlotte Arnauld y Julie Patrois, y las españolas Cristina Vidal, Ana García Barrios, Carmen Varela y María Luisa Vázquez, y mi querida amiga mexicana Linda Manzanilla, polifacética e inteligente en grado sumo, y Virginia Miller, en fin, numerosos nombres que acuden a mi mente en tropel mientras escribo. De manera más acusada que en el Área Andina, sucede en Mesoamérica que algunas de las mejores investigadoras norteamericanas se han visto atraídas por los países vecinos del sur, ricos en monumentos y llenos de posibilidades de estudio. Junto a ellas, a las gringas, algunas mexicanas o guatemaltecas pletóricas de entusiasmo y voluntad. Una constelación espléndorosa: ¡he ahí la verdadera igualdad! En los campamentos, en los parajes más duros, en las horas y horas de laboratorio y biblioteca. Lamentando tanto la desaparición de Merle, no me cabe duda de que tiene excelentes continuadoras.
miércoles, 18 de mayo de 2011
MUJERES Y ARQUEOLOGÍA
Ha muerto Merle Greene Robertson, una gran dama de la arqueología maya, entregada toda su vida, desde muy joven, a la tarea de rescatar, estudiar y difundir, las vestigios de la soberbia civilización centroamericana. Su labor a través del Pre Columbian Art Research Institute, de San Francisco, California, con ese magnífico Boletín, con la publicación de libros, y con esa imprescindible página web que es Mesoweb, quedará durante mucho tiempo como ejemplo de lo que es necesario hacer, de lo que se debe hacer en este campo tan transitado, pero a veces también tan maltratado, que es el arte y la arqueología de las culturas prehispánicas americanas.
En el mundo de la mayística hay otros nombres femeninos muy destacados: Tatiana Proskouriakoff, igualmente historiadora del arte, Doris Stone, Clemency Coggins, o, más recientemente, Diane Chase, Barbara Fash o Anabel Ford, por citar sólo unos pocos. Las mujeres se han adentrado en las selvas del sur y sureste de Mesoamérica, y han afrontado riesgos, peligros y la dureza del trabajo, con un entusiasmo, una voluntad y una entrega que a veces son virtudes ausentes o limitadas en sus colegas masculinos. Cuando excavaba yo en Oxkintok recuerdo bien que para tareas duras, cuando era conveniente entrar en la maleza a explorar o recoger datos, contaba sobre todo con las mujeres del equipo, nunca decían que no, nunca ponían pegas o mostraban debilidad y cansancio. Algunos varones se negaban de plano a llevar a cabo esos cometidos. En las mujeres se podía confiar, fuertes, incansables, constantes, inteligentes. Por eso, Merle Greene se alzó como una arqueóloga e historiadora del arte de superior categoría, porque reunía tales cualidades y la de ser una persona amable, educada, generosa y siempre atenta a sus amigos y colegas. La recordaremos.
En el mundo de la mayística hay otros nombres femeninos muy destacados: Tatiana Proskouriakoff, igualmente historiadora del arte, Doris Stone, Clemency Coggins, o, más recientemente, Diane Chase, Barbara Fash o Anabel Ford, por citar sólo unos pocos. Las mujeres se han adentrado en las selvas del sur y sureste de Mesoamérica, y han afrontado riesgos, peligros y la dureza del trabajo, con un entusiasmo, una voluntad y una entrega que a veces son virtudes ausentes o limitadas en sus colegas masculinos. Cuando excavaba yo en Oxkintok recuerdo bien que para tareas duras, cuando era conveniente entrar en la maleza a explorar o recoger datos, contaba sobre todo con las mujeres del equipo, nunca decían que no, nunca ponían pegas o mostraban debilidad y cansancio. Algunos varones se negaban de plano a llevar a cabo esos cometidos. En las mujeres se podía confiar, fuertes, incansables, constantes, inteligentes. Por eso, Merle Greene se alzó como una arqueóloga e historiadora del arte de superior categoría, porque reunía tales cualidades y la de ser una persona amable, educada, generosa y siempre atenta a sus amigos y colegas. La recordaremos.
viernes, 1 de abril de 2011
Sana envidia
Puedo comprender muy bien a los que critican ciertas actuaciones del Gobierno de los Estados Unidos, seguramente esas críticas se podrían extender también a otros países y a otros gobiernos. Pero lo que me vuelve iracundo es la no aceptación global de lo que los USA representan, pues en el terreno científico, en la investigación y la docencia, son un modelo a seguir por todo el que desee hacer bien las cosas. Digo todo esto a causa del enésimo pedido de libros sobre los mayas y sobre arqueología o etnología que hago a la casa Amazon; esta empresa de distribución funciona admirablemente bien, pero los libros que me manda son todos absolutamente estupendos, estupendos de contenido y estupendos de continente. El último, uno de Stone y Zender, maravillosamente ideado, maravillosamente diseñado, maquetado y editado. Un libro inteligente, útil y de muy agradable y fácil lectura, un libro bello que da gusto ojear. Y puedo citar muchos otros así, sin erratas, sin papel barato, sin tipos ilegibles, con excelentes ilustraciones, con márgenes cómodos, un producto exigente, cuidado, magnífico en suma. Sólo por ello, por los libros, por las distribuidoras, por las editoriales, por las universidades, los Estados Unidos me parecen un país ejemplar.
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