Ha muerto Merle Greene Robertson, una gran dama de la arqueología maya, entregada toda su vida, desde muy joven, a la tarea de rescatar, estudiar y difundir, las vestigios de la soberbia civilización centroamericana. Su labor a través del Pre Columbian Art Research Institute, de San Francisco, California, con ese magnífico Boletín, con la publicación de libros, y con esa imprescindible página web que es Mesoweb, quedará durante mucho tiempo como ejemplo de lo que es necesario hacer, de lo que se debe hacer en este campo tan transitado, pero a veces también tan maltratado, que es el arte y la arqueología de las culturas prehispánicas americanas.
En el mundo de la mayística hay otros nombres femeninos muy destacados: Tatiana Proskouriakoff, igualmente historiadora del arte, Doris Stone, Clemency Coggins, o, más recientemente, Diane Chase, Barbara Fash o Anabel Ford, por citar sólo unos pocos. Las mujeres se han adentrado en las selvas del sur y sureste de Mesoamérica, y han afrontado riesgos, peligros y la dureza del trabajo, con un entusiasmo, una voluntad y una entrega que a veces son virtudes ausentes o limitadas en sus colegas masculinos. Cuando excavaba yo en Oxkintok recuerdo bien que para tareas duras, cuando era conveniente entrar en la maleza a explorar o recoger datos, contaba sobre todo con las mujeres del equipo, nunca decían que no, nunca ponían pegas o mostraban debilidad y cansancio. Algunos varones se negaban de plano a llevar a cabo esos cometidos. En las mujeres se podía confiar, fuertes, incansables, constantes, inteligentes. Por eso, Merle Greene se alzó como una arqueóloga e historiadora del arte de superior categoría, porque reunía tales cualidades y la de ser una persona amable, educada, generosa y siempre atenta a sus amigos y colegas. La recordaremos.
miércoles, 18 de mayo de 2011
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