viernes, 24 de mayo de 2013
SACRIFICIOS
Mi amigo Alex dirige una institución que se llama Literaula, dedicada a formar escritores, a enseñar a los interesados el difícil camino de las letras. Había leído mi novela BOLNAK, EL MAYA y le interesaron mucho los sacrificios humanos a los que se alude allí en repetidas ocasiones, por lo que insistió para que celebráramos una especie de sesión o mesa redonda sobre esa práctica. Elegida la Fundación Progreso y Cultura, y cedido amablemente por la UGT el salón de actos, iniciamos una de estas tardes el debate: éramos tres personas en la mesa: Fraguas, Rivera y Prieto, dos periodistas y un profesor. La tesis que mantenían mis acompañantes era que los sacrificios humanos todavía existían, por ejemplo ahora en España, y que no tenían que ser identificados solamente con el cruel derramamiento de sangre, como los llevaban a cabo mayas o aztecas, sino con otras formas menos llamativas de acabar con las personas, el paro, la marginación, la pobreza, la persecución política o económica... Yo no estaba de acuerdo con ellos, pienso, y así lo dije, que hay distintas definiciones, y contenidos, para cada una de esas formas de agresión, y, seguramente, distintas razones y consecuencias también. Algo más semejante a la práctica antigua, que, por otro lado, ha sido aceptada y ejercida por la mayoría de los pueblos en algún momento de su historia, es, a mi modo de ver, la matanza que sucede todas las semanas en las carreteras, con decenas de muertos en lo que se suelen llamar "accidentes" (aunque no lo son tanto: excesos de velocidad, bebidas alcohólicas, drogas, carreteras en mal estado, escaso civismo, nulo respeto por los derechos y la integridad física de los demás etc.). Cada año desaparece lo que podría ser una pequeña ciudad en esa guerra del tráfico, y cada fin de semana el parte de guerra correspondiente refleja lo insensibilizados que hemos llegado a estar ante ese fenómeno. Nos parece natural, es parte del progreso, no se cuestiona, las mismas ideas que subyacen a los sacrificios humanos de la Antigüedad: necesidad ineludible. Aunque aquellos eran, en número y características, menos dolorosos y terribles.
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