martes, 7 de agosto de 2012
Libros y valores
Muchas veces he comentado con mis amigos la notable situación de la industria editorial en España. Parece que se editan centenares de títulos cada año pero que muy pocos de ellos ven tiradas superiores a los mil ejemplares. La deducción es sencilla: las empresas creen que la variedad es el secreto para mantener las ventas; además, esas cifras muestran la escasez de lectores de libros y dan la sensación de que los compradores y lectores de libros son siempre los mismos, una activa minoría. Tal hecho prueba el fracaso del sistema educativo español, sólo cuando la mayoría de los ciudadanos de un país tiene la costumbre de leer libros y de poseer una biblioteca, pequeña o grande, en sus hogares, es cuando se puede afirmar que esos ciudadanos gozan de una buena educación. Los libros no excluyen, por supuesto, al cine o a la televisión, ni siquiera al ordenador o a las maquinas de jugar. Son cosas distintas y todas pueden convivir con armonía. Me pregunto si ese indicador, el pequeño número de lectores habituales, no está estrechamente relacionado con la llamada crisis de valores: incomunicación, agresividad, comportamientos descorteses, ausencia de tolerancia y generosidad, egoísmo exagerado, competitividad feroz, desprecio por los débiles, marginación de los ancianos o enfermos, destrucción del patrimonio común, falta de respeto y de civismo, y tantos otros males que nos aquejan y que añaden dureza y dificultad a la ya de por sí complicada tarea de salir adelante. Si no mejora la educación, en los colegios y en las casas, si no mejora la justicia, si no mejoran las leyes, si no cambian los criterios morales, si no se introducen conductas éticas como norma obligada en la política y en la economía, esta sociedad va camino del desastre. Recuperemos lo bueno del pasado y defendamos los buenos logros del presente. Entre ellos, la lectura, los libros, la cultura.
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