jueves, 3 de noviembre de 2011
El enigma del 378
Decía yo en mi otro blog que Teotihuacan impuso su poder incontestable en el área maya a finales del siglo IV. Pero ¿cómo fue posible tal cosa? Por ese tiempo los estados mayas habían surgido con fuerza, incluso alguno ya había entrado en declive, las guerras debían ser frecuentes, y existían los mecanismos de agresión y defensa. ¿Cómo es posible que un ejército procedente de tan lejano paraje en el altiplano mexicano, sin posibilidades reales de controlar su retaguardia y con larguísimas líneas de aprovisionamiento, se hiciera el amo de Tikal y Uaxactún, y El Perú, y seguramente otros muchos lugares de las selvas del sureste de Mesoamérica? ¿Y quién era el misterioso Búho Lanzadardos del que tanto se habla en las inscripciones? No creo que fuera el rey de Teotihuacan, como dice Stuart, pues no parece que haya muchas huellas de su presencia en la gran metrópoli, ni un solo retrato, nada. Tal vez un caudillo militar, o el decano de una asamblea de nobles. Somos tan ignorantes sobre el sistema de gobierno de Teotihuacan que todo lo que se diga al respecto no es otra cosa que especulación. No hay allí inscripciones dignas de tal nombre, y no hay, como sí sucede en los Andes, crónicas coloniales utilizables. Así que este misterio se resiste a ser descifrado. O los mayas son más explícitos en futuros hallazgos de textos, o encontramos una espléndida tumba en Teotihuacan con algún signo revelador, o me temo que no vamos a saber nunca lo que ocurrió realmente en el 378, y por qué ocurrió, y quienes fueron los protagonistas del acontecimiento (más allá de Siyaj Kak y Garra de Jaguar) y cuál era su papel en el escenario político mesoamericano del siglo IV. Aunque, desde luego, sí apreciamos claramente las consecuencias de todo aquello.
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