FIRMA DE LIBROS

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DRAGONES

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Dragón en un vaso maya

viernes, 28 de junio de 2013

UNA ARQUEOLOGÍA ROMÄNTICA

Mi amigo Iván Sprajc, que trabajó en el Proyecto Oxkintok como arqueoastrónomo, ha descubierto una ciudad maya hasta ahora desconocida, a la que ha bautizado con el nombre de Chactún. El investigador esloveno es uno de los exploradores románticos que todavía quedan en la arqueología americana, una persona dispuesta a hacer grandes caminatas por lugares peligrosos o inhóspitos con tal de encontrar unas ruinas o verificar un indicio. En la línea de Ian Graham o de los más célebres mayistas del siglo XIX. Toda mi admiración para él, y mi envidia, porque la edad me impide ya el adentrarme en la selva a la búsqueda del descubrimiento, es decir, a la búsqueda de las ilusiones. Tal vez es la tarea más bella del arqueólogo, el premio a sus esfuerzos y penurias, hallar determinados objetos, ciertos estilos en los lugares donde no se suponía su existencia, una nueva ciudad en medio de la nada selvática, una inscripción jeroglífica que ratifica una hipótesis o la refuta, o que añade un conocimiento diferente y nuevo sobre un viejo problema. Hasta las personas profesionalmente alejadas de la arqueología reconocen que estos momentos y estas sensaciones compensan los sufrimientos y pueden justificar una vida. Esa selva centroamericana, esos bosques mayas que abrazan y ocultan a las capitales de la antigüedad, que también protegen, conservan, destruyen y camuflan, según las circunstancias, es uno de los escasísimos paisajes parcialmente vírgenes para la exploración en el siglo XXI. Y yo solamente pido, ruego, respeto por el viejo manto vegetal, que aquellos que se adentran en sus secretos lo hagan con el celo y la prudencia con que se hacía antaño, cuando no existían las masas de turistas, cuando la tecnología no había puesto en el mercado tantos procedimientos y artilugios para dañar la naturaleza.