FIRMA DE LIBROS

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DRAGONES

DRAGONES
Dragón en un vaso maya

martes, 18 de enero de 2011

¡Catálogos!

He visitado hace unos días una interesante exposición en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Se titula "Viajeros por el conocimiento", y reseña las visitas a la capital de España de algunos investigadores del campo de la Antropología y la Historia Antigua. Vinieron a principios del siglo XX a dar conferencias, y su presencia aquí dejó una huella profunda. Gentes como Howard Carter, Leonard Woolley, Thomas Joyce, Hugo Obermaier y Leo Frobenius, han entrado por propio derecho en la historia de sus respectivas disciplinas. Para hablar de los mayas, y de sus excavaciones en Belice, vino en 1927 Thomas A. Joyce, y muchos madrileños aprendieron con él quiénes fueron aquellos indígenas americanos que crearon tan fastuosa civilización.
Mención aparte merece el precioso catálogo de la exposición, diseñado y maquetado con muy buen gusto. Los distintos artículos que contiene son irregulares, como suele suceder en obras de esta clase, unos son mejores que otros. La pena es que en España no se cuidan suficientemente las ediciones, y en este bello catálogo hay muchas y feas erratas. Me pregunto a menudo cuál es la razón de que los catálogos de las exposiciones sean tan caros, el de ésta vale la friolera de 50 euros. Si las numerosas instituciones patrocinadoras, que corren con los importantes gastos de organización, montaje, traslado y seguros de los objetos de las exposiciones, desean hacer una labor cultural y social con su patrocinio, no me explico la razón de que no costeen también los catálogos, que es el testimonio de la exposición, lo que los visitantes guardan durante años, y leen u ojean de vez en cuando, lo que extiende y profundiza la tarea cultural de la exposición. El precio máximo de un buen catálogo de exposición, en los tiempos actuales, no debería sobrepasar los 10 euros, el resto de su coste debería correr a cuenta del Estado o de los organismos patrocinadores. Sé de buena tinta que muchos catálogos que no se venden por sus precios abusivos acaban reciclados, en viejos almacenes llenándose de polvo, o en la basura directamente ¿por qué?