FIRMA DE LIBROS

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DRAGONES

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Dragón en un vaso maya

domingo, 11 de diciembre de 2011

Volvamos a Teotihuacan

Sí, precisamente Teotihuacan puede ser el ejemplo perfecto de lo que ocurría en la Antigüedad cuando un estado tenía deudas enormes y no podía hacer frente a los intereses o a su amortización. Siempre decimos que una de las posibles razones del declive o el hundimiento de tales poderosos estados pudo ser la hipertrofia de sus instituciones, es decir, el crecimiento desmesurado de las clases sociales no productivas, causantes de un gasto desorbitado por razones de su mantenimiento y reproducción y de las cada vez más necesarias inversiones en lujos y ceremonias que simbolizaran su función y construyeran su legitimidad. Pero tal hipertrofia quizá fue atenuada durante un tiempo mediante el recurso a los excedentes extranjeros, imponiendo -a veces por la fuerza, como hacían los aztecas- intercambios beneficiosos, o solicitando una tributación creciente a los estados sometidos. ¿Hasta cuando podía mantenerse una metrópoli de las dimensiones de Teotihuacan con tales procedimientos? Un leve soplo, una crisis interna, la presión de los bárbaros en las fronteras, la puesta en cuestión del ancestral sistema de gobierno por parte de sacerdotes o guerreros, podía causar el desastre. La hipótesis no funciona en un área de ciudades-estado independientes, como la maya, donde el célebre colapso fue una respuesta colectiva a una situación que afectaba lo mismo a Tikal que a Palenque. ¿No hubo en el área maya una especie de señora Merkel, un poder verdaderamente hegemónico y de economía suficientemente saneada? Lo que parece claro es que en Teotihuacan, en el siglo VII, el estado era tan frágil como para ser incapaz de sostener el entramado de cuatro siglos de esplendoroso desarrollo.